En la primera salida programada de este año, visitamos la siempre interesante Reserva Costanera Sur, en ciudad de Buenos Aires.
Arrancamos tempranito desde La Plata, Constanza, Sergio, Nancy, Marcos y yo, esperando aprovechar las horas de la mañana. Minutos antes de las 8:00hs estábamos en la entrada de calle Brasil. Allí nos encontramos con Cristina, Martha y Carlos, y con mucho entusiasmo comenzamos la recorrida.
La mañana estaba espléndida, con un vientito fresquito que la hacía menos agobiante que jornadas previas. El primer tramo del recorrido, hasta la entrada de Viamonte, a la sombra de enormes tipas, fué de lo más placentero.
En el grupo habíamos varios interesados también en la identificación de las especies vegetales, de modo que nos deteníamos tanto para ver aves como plantas. Prestando atención a los sonidos, a los movimientos en el follaje, en fin, disfrutando con todos los sentidos lo que la Reserva nos mostraba. Mientras Martha fotografiaba todas las plantas, Marcos tomaba fotos de practicamente todo!
En esta época del año hay muchos juveniles, que siguen a sus progenitores en sus recorridos arbóreos, aprendiendo a buscar alimento, como el caso de muchas tacuaritas. Otros que los persiguen de cerca, reclamando ser alimentados, como el caso de un papá jilguero de quien nos apiadamos, ante la presión de su pichón, demandándole insitentemente con sus trinos.
Y otros que en bandaditas inquietas recorrían la zona, como un grupito de sietevestidos, que exhibían diferentes estadíos de sus plumajes de sub-adultos (y que nos aportaron cierta confusión).
Otro que nos presentó un desafío interesante a la hora de su identificación, fué el caso de un pájaro, que habiendo capturado una langosta, se había ubicado en una rama y procedía a golpear a su pobre presa, una y otra vez, hasta despojarla de sus patas y sus alas, y haciendo prácticamene un "paté de langosta", que luego procedió a deglutir de un bocado.
El tiempo que ésto le demandó, nos permitió observar los detalles de su plumaje: notables filetes alares color canela, dorso pardo, algo oliváceo, timoneras negras con filetes y ápices canela, pecho blancuzco, ventral amarillento, cara grisácea, párpados blancos, corona pardo-castaña, pico algo anaranjado, vibrisas... Luego de mucha deliberación, guía en mano, decidimos anotarlo como posible Mosqueta parda (Lathrotriccus euleri)... con muchas dudas, ya que parecía medir más de 12 cm, y la descripción de ésta no mencionaba el ventral amarillento sino blancuzco...
Seguimos adelante y un rato más tarde, atraídos por su canto, que identifcamos como el de un Anambé común (Pachyramphus polychopterus), nos encotramos con otro individuo exactamente igual al que se comió la langosta. Eureka!! se trataba de una hembra de Anambé!. Con el canto, ya no quedaban dudas. Igualmente verificamos la descripción con la guía, y todo coincidió!
Satisfechos, con la sensación de haber cumplido el objetivo de la identificación, continuamos el recorrido.
Un par de veces nos detuvimos al escuchar los gritos de unos loros que se aproximaban volando, y que resultaron ser Ñanday. Incluso un grupo se posó en unos árboles, muy cerca nuestro y pudimos observar su capuchón negro. Aunque no se detuvieron lo suficiente para ser fotografiados, y retomaron su vuelo.
A media mañana, y habida cuenta que nos levantamos alrededor de las 6:00 de la mañana, buscamos un lugarcito a la sombra y procedimos a hacer la paradita técnica, mate y galletitas de por medio. Sin dejar de parar la oreja, y levantarnos presurosos, binoculares en mano, ante algún movimiento o canto que llamara nuestra atención.
Estando en estos menesteres, se nos acercó una pareja, que nos consultó por los binoculares. A lo que Sergio respondió, informándoles de los tamaños y aumentos de los diferentes modelos. Nos preguntaron si éramos de algún grupo y les contamos de Aves Argentinas, de la red de Coas, y como ellos son de Buenos Aires, les sugerimos que se acercaran a alguno de los Coas de la ciudad. Estaban encantados de poder sumarse a un grupo con sus mismas inquietudes.
Los invitamos a acompañarnos el resto del recorrido y así lo hicieron.
Llegando a Viamonte, ya en horas del mediodía, observamos con cuidado buscando al Matico formoseño (Icterus icterus) y a su primo caribeño Icterus jamaicaii, que suelen ser vistos en esa zona, como así también al Frutero negro, que en otras ocasiones hemos podido ver. Pero esta vez, sin suerte... tal vez la hora no ayudó... nos prometimos que la próxima vez que visitemos la Reserva, vamos a comenzar el recorrido desde allí.
El resto del recorrido hasta el río se hizo bastante agobiante, debido a la falta de sombra y a que el sol ardía inclemente desde el cenit.
Buscamos entre la vegetación la enredadera Mil hombres (Aristolochia elegans), que Victoria había fotografiado semanas atrás, exhibiendo sus llamativas flores. Pero, al parecer, la floración ya había pasado, y no pudimos encontrarla.
Durante todo el recorrido pudimos ver y oir cantidad de Corbatitas comunes, machos, hembras y juveniles, comiendo semillas de gramíneas.
Un grupo de cardenales juveniles se ubicó en unos arbustos, acompañados por un juvenil de tordo renegrido, que imaginamos sería un hermano adoptivo. Teniendo en cuenta los hábitos parásitos de esta especie, no sería de extrañar.
Una vez llegados a la costa, nos ubicamos bajo la sombra de unos ceibos, visitados por innumerables picaflores comunes y bronceados. Allí descansamos, dejando pasar las horas de sol más fuerte. Aunque increíblemente, muchos visitantes de la Reserva elegían permanecer al sol...
Allí, entre la gente que descansaba sobre el pasto, cual gorrión urbano, una Cardenilla atrevida recorría el lugar como buscando miguitas dejadas por los visitantes. Incluso, cuando Marcos intentaba fotografiarla, parecía que se escondía detrás de las personas, como huyendo de las cámaras! Pero la constancia tiene sus frutos, y quedó retratada.
Evidentemente las aves se acostumbran a la proximidad de las personas, que en su mayoría las ignora.
Retomando la marcha, fuimos en busca del Lechuzón orejudo, que según nos indicaron, estaba cerca de nuestro punto de partida.
En el camino, volvimos a escuchar el canto del Anambé, pero esta vez resultó ser un macho, que exhibiendo su hermoso plumaje acromático (mucho más reconocible que la hembra), nos hizo un par de vuelos razantes, en respuesta al canto de un congénere, emitido con un llamador.
Otro destacado hallazgo de Marcos fué un hermoso ejemplar de un Naranjero macho. Primer avistaje de la especie para Sergio!
También tuvimos oportunidad de ver y escuchar algunos Pepiteros de collar.
El Lechuzón orejudo no apareció. Tal vez la próxima vez.
Concluido el recorrido, y luego de recuperar energías, emprendimos el regreso muy contentos de haber compartido una hermosa jornada, en muy buena compañía.
Comentario: Mariel Rodriguez
Fotos: Marcos De Rosa