Esta vuelta, organizamos un campamento a Punta Indio, la primera vez para el grupo del COA. Nos reunimos en la casa de Osvaldo para partir con una caravana de autos al atardecer, con el infaltable mate y avistaje de aves de por medio.
En el camino, halconcitos colorados sobre cables y postes, caranchos, cuervillos, caraus, caracoleros y estorninos pinto adornaron el trayecto.
A eso de las 18:30 llegamos a la estancia Santa Rita para instalarnos en los dormis. Un grupo en una de las casas y otro en las tétricas (según Mariel) caballerizas.
Tras hacer una breve merienda, partimos hacia una clásica salida nocturna en los talares del pueblo, en búsqueda de potenciales lechuzas y atajacaminos. Desafortunadamente, sólo pudimos escuchar un alicucú, cuyo eco resonaba a lo lejos.
También nos cruzamos con una hermosa pollilla esfíngida, las que se caracterizan por alimentarse en vuelo sobre las flores, a la manera de los colibríes.
A la vuelta, nos encontramos con José Luis y su familia, que habían alquilado uno de los dormis contiguos. Eramos 16 en total, todo un acontecimiento. A la hora de cenar, nos dirigimos hacia el comedor de la estancia, saturando prácticamente el lugar, e inmersos en una algarabía que llenaba el ambiente. Comimos unas ricas pastas entre vino, cerveza y risas. De postre (y de acá en adelante, todos los postres), el exquisito dulce de batata de Guillermo.
Al día siguiente, nos levantamos bien temprano con muchas pilas, particularmente Jorge. Desayunamos y fuimos hacia el Parque Costero del Sur, en una zona pegada al río, sin playa.
Apenas llegamos, pudimos divisar un juvenil de churrinche, seguramente listo para su partida hacia el hemisferio norte.
A lo lejos, se asoleaba un grupo de pirinchos, que con el telescopio de Holger parecían estar en frente nuestro. Un poco más adelante, Osvaldo, Martín y José Luis, fotografiaban una pajonalera pico curvo, estimulando el acercamiento con el clásico llamador.
De ahí seguimos un sendero arbolado, donde con Gustavo pudimos ver una ratona común, para pegar la vuelta hacia el río. Eran abundantes chimangos, teros y golondrinas pardas.
En una zona de ceibos en flor nos sorprendió una gran cantidad de picaflores, tanto común como bronceado. Incesantes libaban en un frenesí y nos rozaban las cabezas, lo que nos permitió darnos una panzada de fotos.
Cerca de los autos, Mariel y el resto veían un grupo de cabecitas negras. Holger con su telescopio, pudo divisar una pareja de leñateros sobre el nido, todo un espectáculo.
Esa breve salida la continuamos donde habíamos ido el día anterior a la noche, aunque hubo poca actividad. De notar era la cantidad de mariposas de diversos colores que nos acompañaron en el camino, junto con Jorge y Gabriela, como el zafiro del talar y la cuatro ojos.
En la primer parte, pudimos escuchar un pijuí frente gris, que atrayéndolo con el llamador, logramos hacer alguna que otra foto, aunque a duras penas lograba mostrarse. Más adelante, nos ocurrió algo similar con un pijuí plomizo, que Marcos llamaba incesamente, aunque este era más arisco y difícil de ver que el anterior.
Mariel por su parte, se emocionó al ver una planta insectívora denominada flor de patito, aunque Martín sin resultado pudo sacarla para ponerla en una maceta.
Al final del recorrido nos sorprendieron los taguatós planeando sobre las térmicas, más un pitiayumí y anambé común sobre el costado del camino.
A la vuelta y sobre el descanso cerca de los autos, pudimos ver un coludito copetón. Osvaldo sin dudar, salió corriendo y prendió el llamador. Un rato estuvo el coludito merodeando, hasta que se mostró impecable para posar ante los flashes.
Ya cerca del mediodía y en la estancia, encargamos una buena cantidad de empanadas para almorzar. Mientras esperábamos, Marcos se acercó para decirnos que andaba dando vueltas un picaflor garganta blanca. Manoteé la cámara y fuimos con Mariel.
El picaflor estuvo un rato posado alto sobre un plátano, cuando lo empezamos a llamar. Inmediatamente, bajó hacia un floripondio que estaba al lado nuestro para comenzar a libar. Notamos con sorpresa que perforaba la base de las flores, lo que se conoce como robo de néctar (es decir la planta, pobre, queda sin polinizar). Algo que nosotros nunca habíamos visto y era digno de mención.
Luego del almuerzo y la siesta de algunos (sin dar nombres), aparecieron sobre los plátanos frente a los dormis un grupo de calancates ala roja. Posados en extrema quietud pudimos observarlos y sacarles fotos durante un largo rato, para luego ir a caminar en dirección al río.
A medida que nos íbamos acercando y la vegetación caracterizaba una zona de anegamiento, la cantidad de aves se incrementaba. Pudimos observar juveniles de sietevestidos y verdón, varilleros ala amarilla, pecho amarillos y patos cutirí.
Ya sobre el río, eran comunes las gaviotas cocineras y cangrejeras, tanto adultos como juveniles.
Yo por mi parte, me puse a esperar a las aves que pasaban, con el fin de fotografiar aves en vuelo. A lo lejos, y tras divisar dos grandes pájaros como que se acercaban lentamente, Osvaldo se dio vuelta: “A...a…a…¡¡aves fragata!!”, alcanzó a gritar. El resto inmediatamente miró hacia el cielo.
Fue en ese instante cuando el tiempo prácticamente se detuvo. Dos juveniles de 2,30 metros de envergadura pasaban por encima de nuestras cabezas a baja altura. Todos quedamos perplejos y emocionados ante tal majestuosidad y magnificencia (valga su nombre científico), y al ser un ave tan difícil y rara de ver por la zona. Ante el éxtasis de tal observación, seguimos viendo aves y comentando atónitos el espectáculo único que habíamos presenciado.
Yo me dirigí hacia un ceibal donde me encontré con Dante y Marcos. Como era de sospechar, rebozaba de picaflores, verdes y bronceados, así que nos quedamos un ratito fotografiándolos.
Luego de unos quince minutos, llegó al río una leyenda y personaje del COA: Gabriel. El había sido un asiduo partícipe del grupo, pero luego de irse a vivir a Verónica, se le había complicado un poco reunirse. Para el infortunio del él, se había perdido las aves fragata, sumado a que los miembros del COA hacían alarde del avistamiento cada media hora a manera de broma.
En el camino de vuelta por el mismo lugar, pudimos ver más cosas interesantes. Un grupo de unas 100 o más golondrinas ceja blanca se había posado en un cable y sin mucho problema nos paramos debajo de ellas. Posiblemente se estuvieran preparando para el largo camino migratorio que les esperaba.
También sumamos espinero pecho manchado, fiofío pico corto, varillero ala amarilla, pecho amarillo y cotorras.
De vuelta en la estancia, nos quedamos mateando, previa acción para ir preparando lo más ansiado de la noche:
el asado.
Luego de ir acomodando todo y ya sin luz solar, escuchamos una lechuza de campanario. Llamador en mano, fuimos en su búsqueda junto con Osvaldo y Martín. Vimos su silueta varias veces, y la fuimos siguiendo con la linterna hasta que se quedó planeando sobre nuestras cabezas para zambullirse finalmente en una palmera canaria. Fotos sin éxito.
Luego de los preparativos para la deseosa cena, llegó Gabriel para unirse con nosotros. Indudablemente tomó las riendas del banquete, monopolizando la palabra y dejando en segundo plano a Jorge, a modo de heredero o discípulo, según él. Hasta altas horas de ornitólogo (léase 12:30 de la noche) y luego de brindar por las aves fragata, siguió la cena, para irnos a dormir.
A la mañana siguiente, fuimos hacia la casa del guardaparque en Punta Piedras, previo encuentro con Gabriel y amigos del Coa que venía de Berazategui para unirse a la salida (Liliana, Leonardo, Nicolás y Florencia).
Gabriel como guía, nos llevó hacia una especie de pastizal con bosque levemente anegado, en donde nos dividimos en 2 grupos.
En este ambiente tan heterogéneo, pudimos ver un juan chiviro, atraído aún más por un llamador. Seguimos caminando hasta llegar a un pequeño arroyo, en el cual había una gran cantidad de junqueros con su característico sonido símil ranita.
Empezamos a seguir el arroyo en dirección al río, hasta que en un momento se levantó una bandada de 9 tuyuyús ¡el primer registro para la zona! Muy contentos y a lo lejos, Martín pudo divisar un gavilán ceniciento.
Debido a que esta zona estaba bastante inundada, decidimos volver para retomar por otro lado más accesible. Anduvimos por unos parches de bosque, donde pudimos ver a la choca corona rojiza, piojito común, pitiayumí, tacuarita azul y al inconfundible naranjero.
Decidimos hacer una parada con mate y galletitas bajo un monte de espinillo. A lo lejos y sobre el río, pudimos divisar al otro grupo, que empezó a caminar en dirección nuestro para unirse a la mateada. Un rato estuvimos intercambiando aves observadas, y afortunadamente, ellos también habían logrado ver los tuyuyús.
Partiendo en dirección al río, entramos en una zona de espartillar, óptimo para (valga la redundancia) los espartilleros. Efectivamente, había una gran cantidad, tanto enanos como pampeanos. Confiados pero ocultos, pudimos sacarles algunas fotos armados de paciencia.
Ya sobre el río, pudimos ver la bandada de tuyuyús que antes habíamos visto, y que se hicieron en vuelo al aproximarnos. Comenzamos a bordear el río en búsqueda de más aves, ya que el día despejado y temperatura agradable, así prometía.
Sobre la playa, aparecieron repentinamente varillero ala amarilla y remolinera común. Mariel vino corriendo para avisarme que estaban viendo una pareja de picos de plata, ya que sabía que, a pesar de ser común, yo nunca lo había visto.
Otra de las perlas fue la aparición de los playeros rabadilla blanca. Gabriel y Guillermo, venían caminando sobre la playa llena de charcos y empezaron a “arriarlos” hacia donde estábamos nosotros. Inmutables ante nuestra presencia, caminaban alimentándose de los invertebrados que ahí encontraban. Encerrados por un círculo de ornitólogos, les sacamos fotos desde unos pocos metros a gusto y piacere.
De ahí, comenzamos a volver hacia el punto de partida, a través de los bosques de tala. En ese recorrido pudimos ver chotoy, fiofío pico corto y verdón. Una vez finalizada la salida, nos despedimos de Gabriel y la gente de Berazategui, para volver a nuestros hogares.
Este es mi primer campamento con el COA, una experiencia donde la calidez y afecto del grupo me han hecho sentir muy cómodo en su grata compañía.
Fotos: Facundo Palacio, Osvaldo Freyre, Martin Arregui, Marcos De Rosa, Jose Luis Lamela,Gustavo Di Giacomo y Dante Marello.